Una visita a la Corte Benedictina de Correzzola constituye un testimonio de absoluto interés para conocer de cerca la vida del Véneto, el sistema agrario benedictino, la cultura monástica.
Los monjes de S. Giustina de Padua compraron el amplio terreno en 1129 de la condesa Giuditta Sambonifacio. Los monjes en aquel tiempo se comprometieron en ofrecer seguridad de vida a las poblaciones pobres y en sanear el terreno cedendo pequeñas parcelas existentes entre las ciénagas y haciendo participar en la obra de saneamiento a los colonos que antes hacían otras actividades.
La Corte llegó a ser el centro direcional benedictino, tenía el cuerpo central a lo largo del río y estaba caracterizada por el hecho de ser abierta hacia el sur. El ala más al occidente era usada como hospedería y residencia de los monjes, el lado al sur tenía los graneros, los heniles y los depósitos de materiales para proteger los diques. En el marco de la amplia corte se encontarban pozos, pocilgas, un horno, un local para tejer, depósitos, gallineros, huertos y jardines y una grande cuadra que podía contener hasta 100 caballos.
Durante el siglo XIV debido a unas calamidades, sobre todo a la Peste negra, los monjes de Santa Giustina no fueron capaces de ayudar y cuidar sus posesiones y así se pasó a las investiduras feudales de interas aldeas en favor de las familias nobles de Padua que no seguían las directivas benedictinas.
A partir de la segunda mitad del siglo XV el paisaje agrario empieza un recorrido que le llevará a ser importante para las imponentes obras de saneamiento, para las construcciones de albañilería, reservadas a los campesinos que en aquel tiempo estaban acostumbrados a vivir en casas de paja y frascas.
En la mitad del siglo XVII la crisis agrícola europea y la peste marcaron la decadencia de la estructura.
Sólo alrededor de la mitad del siglo XVIII, con el adviento del abad Ignazio Suarez, se regresó al sistema de gestión directa de la propiedad: de hecho se continua el saneamiento y se proyectan mejoras.
Sin embargo, los grandes acontecimientos ocurridos con Napoleón interrumpen cada obra y las congregaciones religiosas son suprimidas. Sucesivamente, el duque de Lodi, Francesco Melzi d'Eril asumió el control del sitio benedictino y de todas las reservas que se encontraban allá. En el momento de su muerte, el heredero Ludovico Melzi d'Eril pensó en el saneamiento del feudo heredado con obras de saneamineto mecánicos y con la reorganización de los cultivos y de las crías. El latifondo fue sucesivamente gestionado por su mujer Josephine, que decidió alquilar los campos individuales a los habitantes o a otras familias inmigradas.
A finales de la primera guerra mundial, el Tenimento Melzi d'Eril de Correzzola es alineado y las posesiones, por varias y accidentales circunstancias, pasaron en las manos de los ciudadanos del Municipio de Correzzola.
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